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Susana Cárcamo Rojas invita a navegar en el libro “Mujeres Navegantes y de Orilla”:  detalles inéditos del proyecto literario

Lorenzo Palma
Lorenzo Palma Morales es Periodista, Licenciado en Comunicación Social y Bachiller en Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Austral de Chile. Diplomado en Periodismo de Investigación de la Universidad de Chile y Magíster en Desarrollo Rural, Becado por CONI- CYT (UACh), Diplomado en Escritura Creativa de No Ficción por la Universidad Alberto Hurtado. En el año 2018 fundó el medio de comunicación nacional y agencia de contenidos www.cienciaenchile.cl, del cual es su director. Ha participado organizando actividades de divulgación y difundiendo resultados de investigación en innumerables proyectos de norte a sur del país.

La antropóloga, actual investigadora del Centro UC – CAPES Chile, presenta su libro Mujeres Navegantes y de Orilla. En este diálogo narra cómo fue su experiencia durante los dos años y medio que investigó y acompañó a 13 mujeres pescadoras y recolectoras de orilla, para documentar sus saberes. 

Susana Cárcamo. Fotografía de Javiera Musso

Marianela González, Colaboradora Ciencia en Chile.-  Imagine que nació en una caleta; al lado del mar. Que le toca pescar y recolectar en la orilla. Agregue que está en edad media o que ya alcanzó la menopausia… ¡Sí, usted es mujer!… y que todos los días debe parir ideas para convertir en comida lo que saca del mar, nutrir a su familia y volver esta hazaña una actividad laboral. 

Ponerse en las botas de estas mujeres, entrar en sus cocinas y conocer su trabajo. A eso nos invita el libro “Mujeres Navegantes y de Orilla” que escribió la antropóloga Susana Cárcamo Rojas, en coautoría con el biólogo marino Stefan Gelcich Crossley, ambos investigadores del CENTRO UC – CAPES. 

Stefan Gelcich Crossley. Fotografía de Branko Gelcich.

¿Qué relación tenía Susana con la pesca artesanal? Ninguna. Su campo era la antropología urbana. El que conocía a las trabajadoras era Stefan. Él las puso en contacto, los gametos se juntaron, la historia se fecundo y así la gestó Susana:

  — Sobre lo único que había escuchado era del cochayuyo y el luche. A las otras algas las fui conociendo junto a las mujeres. En Pichicuy ví a María cargando sobre su espalda varios  kilos de Huiro Palo recién sacado del mar. En la Cruces observé a Edith  mientras rellenaba ulte con queso crema  y en Lolcura Marisel me sorprendió llamando Lamilla a una alga que en otro lados le dicen pelillo.

Durante dos años y medio transitó entre Santiago y la décima región. Violeta Parra se fue a los campos a buscar versos y canciones. Susana partió a la costa por los relatos de las recolectoras de orilla. 

— No está en el libro, pero puedo decir que viven en condiciones laborales de abandono. No tienen previsión ni beneficios estatales. No tienen acceso a la salud. Su condición física a largo plazo es el desgaste. Viven con los pies metidos en el agua, pero pocas tienen acceso al agua potable. En sus territorios hay dificultad para acceder a resoluciones sanitarias. Están abandonadas, en lugares de difícil acceso y desplazamiento. Tienen dificultad incluso para levantar proyectos. 

Pero se levantan y se organizan. Esa historia sí está en el libro. 

— Narran el impacto de la invisibilización histórica en sus vidas. Los costos que han asumido para conquistar espacios públicos y también privados. Son mujeres que tienen una relación ancestral con la naturaleza. Que han ido adquiriendo y  traspasando conocimientos a través de generaciones. Conocen los ciclos del mar, sus rincones. Saben qué especies lo habitan y cómo manejarlas sostenidamente en el tiempo. 

— Me invitaron a un recorrido histórico de sus territorios. Son testigos del florecimiento industrial en sus orillas, del cambio demográfico y de costumbres. De cómo la sana alimentación se transformó en comidas llenas de grasas, harinas y azúcares que les terminaron enfermando de diabetes, hipertensión y un montón de otras cosas. Están conscientes. 

EL ESTUDIO DE CAMPO

Pesca merluza austral, Gladys Alvarado. Fotografía de Susana Cárcamo.

Cada familia tiene un modo distinto de preparar alimentos. En la ciudad conseguimos la comida lista, en el supermercado. Las frutas y verduras las compramos en la feria. También los mariscos. En las localidades costeras no hay el mismo acceso. Entonces las mujeres parten a cosechar al mar para organizar la subsistencia, explica Susana. 

— La mujer trabajó ancestralmente en el mar. En general les decimos pescadoras, porque el registro pesquero artesanal incluye varias categorías: pescadores, armadores, buzos y recolectores de orillas donde están algueros y mariscadores. La inclusión de ellas en el registro, es reciente, a inicios del 2000. 

— Han tenido que remar contra un machismo extremo. Me contaron que hace dos décadas era mal visto pertenecer a un sindicato. Fue hace poco que tuvieron un rol más preponderante en lo público. Comenzaron a tener cargos en agrupaciones, asociarse en cooperativas y formar sindicatos femeninos; que no hay muchos pero los hay. 

Marisqueo, Irene Huinao. Fotografía de Susana Cárcamo

Muchas de las mujeres que aparecen en este libro vienen de una tradición pesquera familiar y otras se fueron incorporando ya de adultas. Unas para mantener la casa, porque estaban solas con sus hijos, y otras para complementar ingresos con la pareja. 

— Las que salen en el libro son en su mayoría mariscadoras y algueras, recolectoras de orilla. Esta investigación tiene una base antropológica y testimonial que es recoger las experiencias que ellas han vivido en sus localidades, en torno a la alimentación de sus propias familias y el manejo de los recursos que ocupan. Hay un foco en las innovaciones culinarias. Las han logrado cruzando conocimiento local con el adquirido en capacitaciones e intercambios de saberes con las universidades.  Sobre eso trata básicamente el libro. 

CHOLGAS, ALGAS Y COCINA 

Los comentarios que me han llegado son: “no conocía las cosas que hacen estas mujeres”. Como el ahumado de cholgas, que es una práctica ancestral, o la preparación de pastas a partir de algas.  

— Trabajan en condiciones artesanales. Una “recoge cholgas desde que tiene juicio”. Un oficio que ejercía con su padre y con su familia, hasta ahora. El trabajo requiere de un proceso de varios pasos desde que obtiene la materia prima hasta que se cuecen las cholgas: las desgranan, después las ensartan en una vara y hacen amarras para llevarlas a un galpón para ahumar. Es una actividad  larga, de mucho desgaste, que es inversamente proporcional en inversión de trabajo y ganancia, igual que en las algas. 

En la ciudad, donde todo es rápido, si quieres choritos o cholgas, compras una lata en el supermercado. Nadie puede ver la fuerza de trabajo que hay detrás. 

— Otra mujer, en la localidad de Pichicuy —quinta región—, recolecta huiro palo. Que todavía no se incorpora al consumo humano directo. Es una alga que crece en el intermareal; esa parte rocosa que está a orilla de playa y que queda al descubierto cuando baja la marea. Carga 25 o 30 kilos al hombro por viaje, para secar, tender y pesar, hasta que los intermediarios llegan a comprar a un precio bajísimo; 150 pesos el kilo. 

Es imposible vivir  hoy en día con las ganancias de esa actividad, por eso están obligadas a complementar con otros trabajos como el turismo y la venta de hortalizas que ellas mismas cultivan. Se puede leer en el libro. 

— Respecto a los recursos marinos, las protagonistas son las algas. Hay muchos relatos sobre cómo se cocinan distintos tipos de algas y de la experimentación que van haciendo para llegar a productos terminados como masa de pizza, tallarines y repostería. 

EL PROYECTO 

— Nació de una idea de Stefan. Él trabaja en temas relacionados con la pesca ilegal. Me propuso investigar sobre esta actividad con un enfoque de género y reciprocidad de saberes. Él es biólogo marino. Yo antropóloga. Quería conocer el oficio de las pescadoras del país, qué hacen, cómo lo hacen, qué comen, cómo alimentan a sus familias y a las comunidades.

— Lo que estudié, me permite dar cuenta de cómo los grupos humanos realizan ciertas actividades y obtienen los recursos para mantener la unidad doméstica. Cómo es la cultura de estas familias que se dedican a la pesca, que van a recolectar algas marinas, peces y mariscos.

Nuestra idea era recoger estos testimonios. explica Susana. No querían hacer un recorrido histórico del oficio de la mujer pescadora artesanal; querían aprovechar el momento actual y convertirlo en un material útil para ellas. 

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— Fue difícil simplificar el lenguaje académico técnico para convertirlo en un libro descriptivo y orientado al público general. Propuse agregar material fotográfico para facilitar aún más el conocimiento de este mundo y mostrar la cadena productiva completa. 

Susana contactó a las fotógrafas Pía Cosmelli y Javiera Musso —ambas fotógrafas documentalistas— y las llevó a seguir el trabajo de las recolectoras. 

— Esto es de y para mujeres. Por eso decidí trabajar solo con fotógrafas. En este caso, donde había mujeres trabajadoras del mar que no están acostumbradas a la fotografía, el sentirse observadas por otras mujeres creó confianza y cercanía. 

Los fondos, los consiguieron recursos de varias partes, pero principalmente de Nature Conservancy, Global Greengrants Fund, de La Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo y del CENTRO UC – CAPES  (Center of applied Ecology & Sustainability).

El resultado de toda esta experiencia se puede leer en las 149 páginas escritas por Susana y Stefan, que están disponibles para todo público en la dirección: http://www.capes.cl/mujeres-navegantes/?fbclid=IwAR1PwRsp6Baq2b_UOGHSmgbPRR3VJHxfniFaUkOuSHSAFuvAEd26agxByFs

También se puede adquirir el libro físico con la autora, en la dirección de correo su.transcripciones@gmail.com

 

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