Un recorrido histórico en el desarrollo de la ciencia en Chile, a través del rol de la aristocracia criolla y su impacto en el desarrollo de las ciencias.
Xaviera Hermosilla, Ciencia en Chile. Ciencia, salud y tecnología en Chile, es el nombre del artículo científico en el que participó , especialista en Salud Pública. El autor detalló en un estudio descriptivo la ciencia en Chile, realizando un recorrido en la historia del desarrollo de la ciencia en el país, a partir del período de la colonización.
El especialista, Jhonny Acevedo, se tituló como matrón en la Universidad Austral de Chile en el año 1988, ejerció su profesión en el ámbito clínico, posteriormente se especializó y realizó un magíster en salud pública en la Universidad de Chile (UdeChile), adicionalmente hizo una maestría en administración de empresas en la Universidad de Santiago de Chile (USACH) y por último en el año 2009 egresó de Derecho de la Universidad de Ciencias de las Comunicaciones (UNIAC). Con estas herramientas Acevedo se dedicó a la docencia en la Facultad de Medicina en la UdeChile y a dirigir Centros de Salud Familiar o roles directivos en Servicios de Salud. Actualmente el académico se encuentra en Cuba, realizando un doctorado en ciencias en educación médica en la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana.
El artículo científico se publicó este año 2020 en la Revista Iberoamericana de las Ciencias Sociales y Humanísticas (RICSH). El análisis histórico-lógico y sistémico-estructural, expone cómo se dio epistemológicamente el inicio de las ciencias en Chile, su curso evolutivo, a partir de las concepciones de ciencia, salud y tecnología de la salud del país, con énfasis en su modelo sanitario y en la Atención Primaria de Salud.
Pero ¿Cómo surge la Ciencia en Chile? “El desarrollo de la ciencia en Chile surge con la colonización española, con la formación de colegios de congregaciones religiosas de jesuitas y domínicos. La primera universidad se fundó en 1767 bajo el nombre de Universidad Real de San Felipe (actual UdeChile), por lo que el origen de las ciencias es previo a la independencia del país”. El desarrollo de las ciencias en Chile fue escaso hasta finales del siglo XVIII, período a partir del cual tiene un vuelco con las ideas revolucionarias de la Ilustración europea traídas por chilenos preclaros de la época, con lo que prospera el desarrollo científico y tecnológico en el país.
Al profesional de la salud le llamó la atención la función que cumplió la aristocracia criolla en el desarrollo de la ciencia en Chile, “Hombres visionarios que se formaron en el país, van al extranjero y traen nuevos conocimientos”. Algunos de ellos velaron no solo por la aristocracia, sino también por el desarrollo del pueblo. Un hecho valioso es el de José Miguel Carrera, cuando trae la primera imprenta y se la entrega a Fray Camilo Enríquez para fundar “La Aurora de Chile”, con el principal objetivo de mantener informada a la población de todo lo que estaba ocurriendo en el ámbito social, educacional y los nuevos descubrimientos científicos que ocurrían en el país que se estaba formando. Un hito histórico para la ciencia ocurrió el 9 de abril de 1812 con la publicación de un escrito titulado “La importancia de la Educación, primera parte” de Juan Egaña, quien hizo notar la importancia del conocimiento, las ciencias y la educación en la vida de la República y sus ciudadanos. Hechos como este cimentaron la formación de patriotas en el extranjero, quienes regresaron junto a hombres libres pensadores catedráticos e investigadores desde Europa. Algunos de ellos fueron Manuel de Salas, Juan Martínez de Rosas, Andrés Bello, Juan y Mariano Egaña (padre e hijo), entre muchos otros, quienes expandieron el conocimiento y el interés por las ciencias, hasta la actualidad, afirma el profesor Acevedo.
En materia de salud, Chile pasó de tener modelos de salud privado basados en la beneficencia, organizado por familias aristócratas con colaboración de la Iglesia a fines del siglo XIX, a un modelo a cargo del Estado, que se perfecciona sobre la base de los principios de la seguridad social alemana e inglesa, “pasando de una salud de barrer calles, limpiar acequias y dar atenciones de beneficencia, a una salud a cargo del estado para cumplir con el encargo social de prevenir enfermedades, recuperar la salud de personas en equilibrio con su medio ambiente”, explicó el Magister en Salud Publica.
Actualmente el sistema de salud chileno está compuesto por un sistema mixto de atención integrado por el seguro público del Fondo Nacional de Salud (FONASA) y seguro privado de Instituciones de Salud Previsional (ISAPRE), dos modelos que intentan ser eficientes para sus asegurados, pero que muestra las dos caras de una moneda, en tanto hay salud para quienes no tienen dinero y otro para gente adinerada, dando cuenta de enormes inequidades en salud, que se expresan en que la gente pobre tiene más riesgos de enfermar y de morir en Chile. De aquí y en más, la salud pública, como toda ciencia o arte es perfectible, por ende, existen muchas cosas por investigar y corregir en salud.
En otra perspectiva, contamos con un buen reconocimiento internacional por la calidad de los investigadores que están relacionados en el área de las ciencias en general y en ciencias de la salud en particular, pero se requiere apalancar lo que se ha ido forjando con los proyectos de la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (CONYCIT) o los impulsados por el Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (FONDECYT), que han ayudado al desarrollo de nuevas investigaciones pero son insuficientes. “Un gran logro país es contar con un ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, que debe promover, incentivar e invertir en el desarrollo de las ciencias y tecnologías si queremos correr los linderos del desarrollo”, y pasar de vender materia prima a productos o servicios elaborados, para generar mayor riqueza que se redistribuya con equidad en la sociedad.
Finalmente, el especialista manifestó, “la ciencia es una palanca que impulsa el desarrollo humano, sobre la base del humanismo, de un marco axiológico recto, con respeto a la autonomía de las personas, que desde lo ético o moral implica “primun non nocere” (no hacer el mal). La ciencia y la educación como ciencia, deben aumentar el conocimiento de las personas, para tomar buenas decisiones, con apego a valores, de manera inter, trans y polidisciplinaria. Como decía Mario Bunge, “la ciencia perderá su sentido si envilece al ser humano, si le quita su espíritu y el espacio terrenal llamado mundo, espacio que hombres y mujeres deben hacer más confortable”.