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Cultivo del róbalo chileno se proyecta como alternativa para mejorar el bienestar social

Lorenzo Palma
Lorenzo Palma Morales es Periodista, Licenciado en Comunicación Social y Bachiller en Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Austral de Chile. Diplomado en Periodismo de Investigación de la Universidad de Chile y Magíster en Desarrollo Rural, Becado por CONI- CYT (UACh), Diplomado en Escritura Creativa de No Ficción por la Universidad Alberto Hurtado. En el año 2018 fundó el medio de comunicación nacional y agencia de contenidos www.cienciaenchile.cl, del cual es su director. Ha participado organizando actividades de divulgación y difundiendo resultados de investigación en innumerables proyectos de norte a sur del país.

Bajo condiciones experimentales, estudio determinó estrategia de alimentación del róbalo a través de la ración, frecuencia alimentaria, resistencia a patógenos, estrés y temperatura, con el objetivo de optimizar su crecimiento y posibilitar su cultivo a pequeña escala.

Celeste Skewes, Ciencia en Chile. La Organización Mundial de la Salud recomienda el consumo de pescado al menos dos veces por semana. En Chile, solo una de cada diez personas cumple con esta recomendación. A pesar de ser un país que cuenta con más de 4.000 kilómetros de costa, el alto costo del pescado es una de las principales causas de su bajo consumo. En este contexto, el cultivo del pez nativo Eleginops maclovinus (róbalo), se proyecta como una alternativa para promover, a través de su producción y consumo, el bienestar social, ambiental y económico en el país.

El róbalo es un pez nativo que se distribuye en la costa de Chile entre la región de Valparaíso y Magallanes, desde donde es capturado a través de la pesca artesanal. Su alta tolerancia al estrés, su capacidad de ser transferido desde agua de mar a agua dulce, y su resistencia a temperaturas altas, son características que permiten pensar en ésta como la primera especie marina nativa a ser incorporada a la acuicultura a pequeña escala en Chile. Sin embargo, esta proyección tiene un obstáculo: el lento crecimiento del róbalo en condiciones de cautiverio.

Ricardo Oyarzún, estudiante del Doctorado en Ciencias de la Acuicultura de la Universidad Austral de Chile (UACh) junto con el Dr. Luis Vargas-Chacoff, académico del Instituto de Ciencias Marinas y Limnológicas, UACh, lideraron una investigación que evalúa la ración y frecuencia de alimentación necesaria para optimizar el crecimiento del róbalo, además de estudiar la variable temperatura y estrés, para conocer la viabilidad del cultivo de la especie en un escenario de cambio climático.

Para el estudio se realizaron siete experimentos, cada uno de ellos evaluando variables importantes para la acuicultura: ración, frecuencia, temperatura, infección bacteriana, estrés por densidad de cultivo y hacinamiento. Durante 90 días los peces, mantenidos en estanques de agua marina en el Laboratorio Costero Calfuco, UACh, fueron sometidos en cada experimento a cuatro tratamientos diferentes en que se modificaba la variable estudiada.

Al término del periodo experimental los peces fueron analizados y los resultados revelaron que la sobrealimentación no aumenta el crecimiento del róbalo sino que, más bien, es contraproducente al aumentar el nivel de estrés. Asimismo, los resultados demostraron el rol determinante del metabolismo en la respuesta inmunológica frente a patógenos y la tolerancia del róbalo a altas temperaturas.

“La acuicultura a pequeña escala en Chile se caracteriza por su bajo costo de inversión en tecnología, y ser realizada, generalmente, por familias. Esta acuicutura no produce utilidades altas como la acuicultura industrial. Pero, sí genera bienestar social, algo muy necesario ya que vemos que hoy la gente está indignada porque no lo tiene. El cultivo de róbalo a pequeña escala tiene un bajo costo, por lo que se puede vender a un bajo precio”, explica Oyarzún.

La importancia del estudio, según Oyarzún, radica en que “va a generar información para potenciar cultivos de esta especie. El día de mañana, personas que pueden ser pescadores artesanales, pequeños empresarios, comunidades indígenas o personas de la tercera edad que quieran mantenerse activas, van a poder utilizar esta información y aplicarla a sus cultivos para saber, por ejemplo, cuánto alimento dar a esta especie, qué hacer frente a un patógeno, y cuáles son las condiciones de estrés que pueden aplicar”.

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