Áreas protegidas privadas en Chile, ¿una ‘tragedia hardiniana’?


Pablo Villarroel Venturini: Investigador Asociado al Centro Transdisciplinario de Estudios Ambientales (CEAM) de la Universidad Austral de Chile (UACh). Doctor en Comunicación, Universidad Autónoma de Barcelona, España. Magíster en Asentamientos Humanos y Medio Ambiente, Universidad Católica de Chile.
Hace 50 años Garrett Hardin escribió La Tragedia de los Comunes, un artículo donde develaba, con gran lucidez y visión de futuro, el riesgo que corren los bienes de uso común en la sociedad moderna. Imaginó una pradera común a la que cada vez más y más ganaderos llevaban sus cabezas de ganado a pastorear. El resultado inexorable es justamente el que nadie desea: la ruina total de la pradera común que servía a todos pero que nadie cuidó.
El principal agente causante de ‘la tragedia’ era para Hardin la sobrepoblación humana en el planeta, una preocupación frecuente en el incipiente movimiento ambiental de los 60s. Con pocos ganaderos, la pradera alcanza a recuperarse, pero cuando ya son muchos ello deja de ser posible. Pero si nos situamos en la realidad contemporánea, el factor principal que gatilla ‘la tragedia’ probablemente sea la compulsión casi sin contrapeso del interés individual por sobre el colectivo. Y en materia ambiental al menos, la salvadora ‘mano invisible’ de Adam Smith aparece con bastante poca frecuencia. Sin mano invisible que nos proteja, el interés económico sobre los bienes comunes da origen a la mecánica inexorable de la apropiación individual de beneficios y externalización social de los costos
En el Chile de hoy tenemos un caso muy interesante, del que es posible aprender alternativas novedosas frente a ‘la tragedia hardiniana´. Se trata de la diversidad biológica existente en el territorio ubicado fuera de las áreas silvestres protegidas del Estado. Allí, fuera de los parques y reservas nacionales del Estado, la biodiversidad queda expuesta a los intereses individuales de actores capitalistas que ven el territorio esencialmente como un conjunto de factores productivos. Ello ha llevado a modificaciones dramáticas en el uso del suelo en las últimas dos o tres décadas con la consiguiente pérdida de hábitat naturales y, como consecuencia, de la diversidad biológica. La ‘tragedia de Hardin’ en marcha. Pero ha ocurrido lo inesperado. En medio de un escenario tan adverso han surgido espontáneamente un gran número de iniciativas privadas de conservación. Diversas fuentes señalan que la superficie de áreas silvestres protegidas privadas (APPs) ya supera el 10% de la superficie total de áreas protegidas del Estado en el país. No es poco tomando en cuenta que las APPs se han desarrollado en las últimas tres décadas contra más de cien años del sistema estatal. Y, lo más sorprendente, sin ningún dispositivo legal que las incentive o estimule. Se trata de centenares de iniciativas completamente espontáneas y voluntarias. Algunas son altruistas, otras tienen intereses económicos, como es el caso de los proyectos ecoinmobiliarios. Pero todas comparten, en mayor o menor medida, el objetivo de conservar la biodiversidad allí donde el Estado no la está protegiendo. Es decir que comparten, en diversos grados, el objetivo social de proteger un bien común.
Volviendo a Hardin, pareciera que en este ejemplo la verdadera tragedia no está tanto en la protección de la biodiversidad in situ –si bien falta aún mucho por hacer sin duda, las APPs están allí y todo indica que seguirán aumentando—sino en la lentitud de la acción del Estado, el supuesto garante de los bienes comunes del país. La Ley de Bases del Medio Ambiente contempla desde 1994 –sí, hace largo más de dos décadas—el papel del Estado respecto de la promoción, incentivo, registro y formalización del compromiso de los privados por conservar la biodiversidad. Pero el mandato legal, contenido en el artículo 35, aún no tiene un reglamento que lo haga efectivo. La lentitud incomprensible del Estado chileno en la protección de la diversidad biológica, un bien común afectado por numerosos procesos activos, parecer ser la principal tragedia ambiental que enfrentamos en esta materia.
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